Claro que, en medio de
ese manicomio
de asombroso delirio y
reconcomio
que en vuestro
"parlament" habéis montado,
nada descarto: incluso
que el teatro
del apoyo que te han
regateado
se desvanezca al último
momento
y en un final feliz,
como de cuento,
ya te dejen treparte en
el sillón
y afianzarte en él con
hormigón.
Y es que, Arturo, ya
puestos al desmadre,
saltándote la ley que no
te cuadre,
¿por qué no, proclamarte
dictador
y coronar así la
chaladura,
la pantomima de tu
investidura,
con el laurel de invicto
vencedor?
Tú ya tienes rodaje
en no hacer caso de los
Tribunales.
No cedas pues, Arturo,
no te rajes:
¡alcanza el cetro,
muestra lo que vales!
Los españoles, que
"no te comprenden",
esperan verte arriba,
sobre el podio,
ejerciendo tu agonizante
duende,
el bufonesco fin de tu
episodio.
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