Desde Francia, la joven Ariadna responde de inmediato a la llamada que Teseo le envía, víctima de la desesperación, y lo conduce con método y con instrucciones minuciosas por el laberinto, hacia la victoria sobre ese Minotauro en el que se ha convertido de repente, y de rebelde, el Plegablito.
Teseo, demasiado mayor y ático para digerir las tecnologías, se desestabiliza y rompe a sudar, inducido por el agobio, y sólo va calmándose a medida que las medidas dictadas a través del teléfono fijo (el hilo, el de toda la vida) van surtiendo efecto.
Hay un cruce de preguntas y de precisiones que suplen de modo surrealista y atípico la nomenclatura de los expertos, el galimatías críptico e inconcebible de ese vocabulario arcano, casi alienígena, con el que hoy se manejan los mutantes del INTERNETE. Tal es el disparate, que ambos ríen, en lo más álgido de los malentendidos.
Al final, el padre le dice a la hija -- Estupendo; eres un sol. Y ella, prodigio de modernos saberes y atrevimientos, triunfal nieta sin necesidad de abuela, con un punto de "guasa" hispalense contesta -- Lo sé.
-- Te haré un homenaje, añade él. Y no se decide a decirle todavía que, con la edad, ahora mide 3 cms. menos de estatura. Todo porque no decaiga la posible admiración que le gustaría pensar que ella le tiene, desde el viento poderoso de su juventud y "alta como una torre".
(Ahora reflexiona si estas líneas afectarán a su otro "Porqué", que se pondrá pelusona. Como si no supiese de sobra lo mucho que, a su vez, él admira sus infinitas artes, talentos en inventoras soluciones, para ese poliedro de acción y amor que sintetiza nuestra azarosa vida.)
-- Y tú, ¿"pa" qué sirves?
-- "Pa ná", como no sea guardar el equilibrio.
Sirves "pa" querernos y ser nuestro mejor y gran apoyo.
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