Entre los trastornos de este verano y el escaso interés que la cartelera ha despertado en este espectador durante semanas, tenía la asistencia al cine descolgada.
Y ahora que las cosas van mejorando, me permitiré reseñar unas "pelis" que me he dado, por fin, el gustazo de disfrutar.
La última estrenada de Woody Allen, claro. Redonda, como siempre: las localizaciones, los actores, la selección musical, de primera, con la garantía invencible del maestro.
"Black Mass", con un Johnny Deep siniestro y espeluznante, bordando su interpretación de asesino y mafioso.
"La verdad", seria y tensa, Redfor madurísimo, eficaz y profesional como de costumbre, que ya lo sabemos. El argumento, hondo y la protagonista, fabulosa, destacando ampliamente sobre todo el reparto.
Y "El becario". De Niro lleva tan larga, fecunda y brillante trayectoria que parece imposible que se siga superando, cada vez. En ésta, tiene un papel delicioso, encantador, que recrea soberbio de matices, con su espléndido magisterio. La Hathaway, aunque no es santa de mi devoción, no desmerece en absoluto y sabe esquivar bien el riesgo temible del empalago. La Russo cumple con nota muy alta, con sabiduría y expresividad. Y la música de fondo, guapa y dulcemente discreta.
Y ya digo, De Niro. Es un genio. Yo me atrevo a recomendar esta cinta que seguramente volveré a ver otra vez.