Y
redactó que lo que había ocurrido era que, en el momento en que ella supo del
trance, pensó “esto no puedo perdérmelo”.
Y salió en el primer tren.
En
realidad, parece que Dios (“para vivir
así, mejor que Dios me recoja”, solían decir el hombre y el Boli, cuando
tenían una salud más o menos de hierro forjado; o mejor, “Señor, Señor, ¡llévame pronto!") consideró que, como ella no lo
sacara a flote y, a más a más, con sus 103 Kgs. de contundente peso,
seguramente nadie sería capaz.
Los
dejó estar; qué sabe nadie.
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