Tenemos por lo visto y cada uno, nuestra personal
grieta que no cierra en las entretelas de lo que sea.
Y cosas, señales, efectos y afectos que nos la
recuerdan, nos la reviven.
Uno de esos estiletes tiernos y elegantes, de no
explicada nostalgia y reiterado filo, es “Caracola”, que para mejor delicadeza
ya comienza en amoroso diminutivo. Desde la primera vez que la escuché, y todas
las siguientes, una emoción, honda y difusa a un tiempo, roza con suave
precisión la frágil neurona correspondiente.
En vez de protestar, prefiero agradecértelo, Javier
Bergia, mientras un negrísimo mirlo se posa ahí delante, como solidario,
compadecido de esta zozobra.
La primera vez lo escuché contigo. Compré el CD, hay otras 2 más, que me gustan mucho, pero Caracola es mi favorita. Siempre que lo escucho, esa la repito mínimo 3 veces. Gracias a Bergia y también a ti.
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