Diábolo, campana, ¡CILINDRO! Sí, sí,
aquellas cosas eran las mágicas decisiones de las que presumíamos cuando ZP era
nuestro amado líder carismático, cráneo tan privilegiado (Don Latino/Valle
Inclán) como para aprenderse toda la economía “en dos tardes” (Jordi Sevilla).
De funcionarios proverbiales, o sea desocupadillos,
debió ser aquella brillante idea de trazar tres prototipos de mujer para meter
en cintura, que quizá sea frase de modistería, el barullo de las tallas en la
ropa de confección.
Como casi todo lo que vamos viendo en
nuestros “especialistas” de lo que sea, el invento (que algunos de ustedes
quizá recuerden) quedó bastante arbitrario, impreciso y, a más paradoja, rígido,
con lo que hubo que dudar tanto de su oportunidad como de su eficacia, que ambas
quedaron por demostrar. Así mismo parecían poco sutiles las palabras elegidas
para nombrar a esos tres grupos de féminas y, en resumen, todo el asunto
incluyó un lamentable aroma de innecesaria improvisación y temeraria frivolidad
nada convenientes con la que siempre está cayendo.
Claro que no gustaba mayormente a los
“creadores” de moda, embebidos por lo general en sus anuales pasarelas, y tan
torpes como vertiginosos en la jerga con que vacuamente describen sus “propuestas,
volúmenes, texturas que marcarán tendencias” y toda esa fanfarria.
Al final, no recuerdo si vimos la que
debería ser consecuente reacción de las feministas, tan suyas en la exigencia
de igualdades y consideraciones, a quienes ¿no molestó ser talladas como
sardinas en lonja, preceder con visible favoritismo a los varones en tan
vistosa anécdota, dar pie por enésima vez a según qué rechiflas del tan respetable
como poco respetuoso rebaño ladinamente embaucado en distracciones por la
propaganda de los pastores, etc.?
Por cierto, nuestros recién estrenados
ediles, además de encabronarse con los símbolos, podrían ir decidiendo qué se
hace con el velo. El islámico y los que haya. A mí me molan los de mantilla en
la Semana Santa.
Pocas alucinaciones más sexys que una
mujer con peineta, mantilla, un perfume de magia negra y unas medias también negras,
de encaje, por todo atuendo.
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