¿Por qué, falsa modestia?
Es una estampa ciertamente noble, en
blanco y azul, entre la luz de Cádiz.
Salimos temprano, porque el calor, a
partir de la diez, ya se vuelve insoportable. Y en la Barca de Vejer hacemos el
clásico, proverbial alto en el camino.
Ni se asombra nuestro camarero de
cabecera (esta gente de por aquí es tranquila y vive con sencillas sabidurías)
porque, a esa hora, nos reafirmemos con insistencia en el inveterado Canasta
Cream, con la plataforma valiente, el sustento viril que supone el lomo en manteca,
sobremanera gustoso.
Luego, en el “Sanatorio”, juiciosamente
repostaremos.
Y durante todo este paseo, la Niña de
las Tres Ruedas y el Señor de la Barba vamos acordándonos de ti. Y dando por
sentado que, en nuestro reverencial respeto por la sagrada Ortografía, se
podría hacer una cariñosa excepción para poner (con cuerpo 24, negrita y
cursiva) una atrevida y rebelde “h” en esa locución que es echarte de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario