Que seas un “listo”, no nos obliga a ser
tontos por tiempo indefinido. Atiende.
Vamos a suponer que te hace mucha gracia
engatusar a tu gente, prometerle el oro y el moro (cosa que todos sabemos de
imposible cumplimiento) de las ilusiones y las gangas y que, con esas mañas
tramposas, te dan el mando.
Luego, vas y tomas ejemplo del proceder
de Ulises, que recurría a la mezquindad del engaño, a la astucia de las
alimañas y los carroñeros, estilo tan impropio de aquellos legendarios tiempos
de nobleza y valor que tu paisano Homero relataba.
Y ahora, para rematar las marrullerías,
quieres soliviantar al personal con bravuconadas de chuleta del barrio y
echarle encima el muerto de pronunciarse para blindar tu cobardía y un patinazo
que se veía venir.
Tienes toda la pinta de ser un jeta, más
o menos como los que al parecer te han precedido.
Y, una cosa con otra, se os han ido
fiando cientos de miles de millones que, de seguro, se han ido en bolsillos de particulares
y en “festejos” como, por lo visto, menos IVA que nosotros y más pensiones que
nosotros; pero con el dinero que a nosotros nunca nos sobra.
Con ese “divertidísimo” tobogán, has
terminado como los argentinos: con una bandera blanca y azul y un corralito.
Enhorabuena, fresco.
Post scriptum: como estamos en el siglo
XXI, cualquiera te dirá que no parece buena idea conducir un país como si fuese
un carromato bohemio de zíngaros; y puede que el ruso te entreabra la puerta,
pero te va a enseñar lo que vale un peine.
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