A caer de un burro.
Como hoja de perejil.
A parir.
De vuelta y media.
Cual no digan dueñas. Como chupa de
dómine.
(Estas dos últimas, de enjundiosa
resonancia clasicona.) Etc.
Así se ponen.
Y luego quedan para comer, se dan la
mano, distendidos, incluso sonrientes y satisfechos, posando para los
fotógrafos de la prensa, para las televisiones, después de haberse destrozado
con las peores dentelladas, con las acusaciones más rabiosas de los más
vistosos latrocinios, de los abusos más arteros, más sucios y execrables.
Como si nada. Y nos dicen, menuda cara,
que están esforzándose para la gobernabilidad de las instituciones, no vayamos
a pensar que es por codicia ni por ambición.
De manera que les tenemos que aguantar
el teatro porque eso es lo que hay.
Conque democracia, ¿eh?
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