Cuando, con una considerable manifestación de carácter,
Ud. experimenta un brote de heroísmo y se dispone a limpiar hasta dos sartenes
cuyos fondos y bordes han vivido intensamente y acumulan indeterminados
sedimentos de grasa y otros combustibles; cuando es mayo, pero el inclemente
calor va apretando desde las 7´30 a.m. y, como si las fuerzas de la naturaleza
comenzaran la confabulación general que a Ud. le sobreviene, la alergia le
proporciona uno de “esos días”,
entonces, o quizá antes, es el momento de bajar, tras la subida del reciente
invierno (tendente a disminuir los efectos algo devastadores del levante y, de
paso, aumentar la luz o claridad
disponible en la cocina), y sin que sea tanto que interferir pudiere el normal
uso de la puerta del lavadero, el misericordioso toldo de atrás que, de ese
modo, hará algo más llevadero tan cruel, perforante, desalmado calvario.
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