(De la selección de ese libro que ya os dije.)
Ávila
blanca hoy, bajo un manto de nieve, que dicen los letraheridos.
Y
siempre tan hermosa como aquella vez que estuvimos juntos.
(Dos
camas en la habitación del Parador. Tu pelo mojado, tus rizos perdidos,
deshechos tras el champú. El olor de tu colonia y de tu sexo joven. Tus maneras
dóciles; la cierta tensión de casi no conocernos aunque, descaradillos en el
gozo y las bromas, enviáramos una postal a aquél a quien podían sorprenderle
nuestras gracias.)
Luego,
que haya pasado el tiempo, que la distancia y otros asuntos nos hayan alejado…
¿Cómo
va a impedir eso que yo recuerde para siempre el brillo de tus ojos, tu hermosa
boca, tus generosos senos, tu peso apenas, liviano, volcado sobre mi cuerpo
loco de deseo, tu sortija finita en el anular, con la que me aseguraste, y fue
verdad, que no ibas a hacerme daño durante tus aplicadas, delicadas, esmeradas,
reiteradas caricias?
Cuando
mañana la hembra que me espera, veterana superviviente como yo, vuelva a
encenderme con su amor, con su entrega viciosa y sagrada de mágica y encoñadora
hetaira oriental, no me distraeré y procuraré esperar…
…
para seguir acordándome de ti.
(Y revisando la cuenta, no son 20 sino 30 ya, los años
transcurridos.)
P. D: seguimos con el delirio de la tecnología.
Paciencia.
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