Fueron mi soledad y mi deseo
que me hicieron soñar que bailarían
una danza de amor tus grandes senos
muy cerca de mi cara.
Y que, en la cara interna
de tus hermosos muslos de matrona
lusitana y madura,
yo iba a lamer la sal desconocida
para una nueva vida.
Sólo sueños de amor cerca del mar,
que no esperaban ni tus modos duros
ni ese estilo
de, aunque amistosa, mula militar.
¿Comprenderé que ya no están de moda
las jugadas de alfil,
los poetas, las torres de marfil,
el fino galanteo de los versos,
las canciones con coda?
En Cádiz y Chiclana.
Se nos vino el levante,
13 de un julio, seis de la mañana.
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