A punto para el Carnaval, el Tribunal Supremo se decide y
(ya era hora) llama a declarar, aunque será para abril, a una plana mayor de
mandamases de la Junta de Andalucía, que durante una larga serie de años “no se
enteraron” de nada de lo que pasaba con cerca de 900 millones de euros, de los
que parecen fantásticamente evaporados bastante más de 100.
Los aforamientos y los desplazamientos de sillón que,
como trampantojos, triquiñuelas y elusivos biombos chinos o japoneses de papel
de arroz y fina seda polícroma, se han ido poniendo como estorbos al empuje
admirable de la admirable Mercedes, habrán de ser removidos, eliminados para
que “el que la haga, la pague”.
A toda velocidad, Pedro, inestable timonel de barco a la
deriva, y Susana, “esa líder nata”, han diluido las bravuconerías con las que
iban a lanzar sus anatemas a cualquier imputado, y en creciente fantasmagoría
afirman que no dijeron exactamente lo que hemos visto que dijeron y que sonaba
como si talmente lo dijeran.
Igual no ocurre nada, o lo que sea, prescribe; o lo medio
desactivan con habilidades legalistas, que ya hay expertos prestidigitadores para
ello. Y desde luego que a estos listos bajo sospecha no se les va a caer la cara
de la vergüenza que no tienen, intentando tomar por tonto al personal.
Pero conste que el personal no es tonto: sólo está
sometido o silenciado; o sobornado.
(María Casado, con ese rostro de casi angelito sonriente,
que puede permitirse lucir con éxito su comprometedor, audaz, decisivo corte de
pelo, reseñaba ayer la noticia y daba paso, para su ampliación, a Sirún
Demirjián, a quien jamás habíamos visto antes, pese a su considerable
trayectoria, y cuya dicción primorosa nos deja encantados.)
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