Damos por sentado que legisladores y jurisconsultos
rebosan de sabiduría en lo suyo.
Parece que hay leyes de sobra, como para parar no ya un
tren sino la Renfe entera.
Y entonces contemplamos absortos cómo salen (legalmente, oyes) algunos de los que
están dentro y no entran los que faltan y siguen fuera.
¿Para cuándo, la norma absoluta, sin paliativos ni
fisuras, sin posible e interesada elasticidad en su interpretación, que exija
como condición indispensabilísima el reintegro completo de los dineros del
delito, sin cumplir la cual los tunantes estén y permanezcan solamente donde
deberían?
Esa condición primera e inevitable nos dejaría mucho más
convencidos; sin excluir otras, complementarias, si necesarias fueren.
Con patillas plateadas de personaje de Bonanza o sin
ellas, lo que ocurre en este tiempo de orates es que tenemos a los zorros
“cuidando” del gallinero.
Todo un lujo.
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