Habían quedado (once o doce de ellos, de la familia) en
un bar del centro, al que Adriano pudo llegar con cierta facilidad porque la
policía municipal decidió, cosa sin precedentes, que para agilizar el tráfico
se permitiera circular durante dos horas incluso por algunas calles que eran
sólo peatonales.
Notó el rodar diferente, sobre la capa de cera derretida
y seca que las luces de los miles de cofrades habían ido goteando en las
procesiones.
Cuando entró al bar, sentados alrededor de uno de los
veladores, los divisó enseguida, a ella y a sus padres, de riguroso luto, y se
acercó e inclinó para abrazarla, sintiendo con asombrada zozobra que le
respondía con un abrazo demorado, estremecido y de repente mezclado con un
atropello de besos que acabó rozando los labios. Mientras se sentaba, notó que
a media voz ella decía a la madre: “Sí, es él, es él.”
La situación lo desbordaba y sintió el acelerón del pulso.
Sin decirlo jamás, prima y primo se habían deseado desde los correteos risueños
y los juegos de los diez años y habían transcurrido los últimos lustros sin
encontrarse, ni siquiera cuando ella enviudó.
Y ahora, ¿esto?
De los convocados, el tío Vargas y su mujer se
aproximaban ya y, nada más sentarse, le dijeron que hiciese con el tarot determinada
lectura. Asintió, no sin antes comentar que no creía en ese aventurero sistema
de predicciones, añadiendo como ejemplo el absoluto fracaso que tuviera una ex
– novia cuando a él mismo le anticipó por las cartas de Belline dos noticias
que jamás se habían cumplido.
En este punto del relato de Adriano, su interlocutor
manifestó: “Parece una cosa de desvarío.” Y respondió Adriano: “Ya sabes cómo
son los sueños. Y éste ni siquiera tuvo final; sólo recuerdo que aquellos
labios me parecieron pequeños, y que era mínimo el velo que cubría los ojos de
ella. Miré el despertador y eran las siete y media, así que bajé a la cocina a prepararme
un café de esos que anuncia por la tele el pobrecito Clooney, al que ya ronda
un posible divorcio espectacular. Tenía el día libre porque están de obras en
la oficina; salí a dar un paseo.”
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