Vaginal irredenta, hormonal y hormonada (esto, ¿se ve que
existe?) hasta mucho más allá de cualquier moderación, que es concepto
imposible en su caso, se ha ceñido, aferrado a la roca de su supervivencia
ambiciosa y, parásito o huésped ya histórico e histérico en nuestro escenario,
no soltará jamás, mientras que de ella dependa, la presa capturada con mañas
vulgares años atrás y que dio origen a un plan de vida que de ese panal sigue
alimentándose sin pestañeo ni pudor (!) visibles.
Crisol notorio de las turbulentas criolladas de “chonis”,
Doctora Honoris Causa en las más ruidosas ordinarieces, es aclamada por lo más
sórdido de la plebe, que en ello está retratada con firmeza; le ríe las burdas “ocurrencias”,
las chocarrerías gruesas, lo más deleznable de un público que no merecería ser así
llamado; la ensalzan de figura e “ingenio”, pero con retorcida mofa disimulona,
con el escarnio que a Quasimodo se le dedicaba ante Notre Dame, los buitres
peores de ese negocio estafador, prostituyente y morboso que se conoce como
televisión “basura”.
Un primor, una perla cultivada.
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