Si Ud. va por la mañana a realizar la caminata que, acaso
de modo ilusorio, irá rebajando gradualmente el exceso de kilos, puede
encontrarse a los lados del paseo casi californiano de las altas y esbeltas
palmeras, las dulces y civilizadas colinas de juguete por las que discurren y
en las que ejercitan su “arte” esos individuos que practican el golf.
Carrito va, carrito viene, andares cansinos y cualquier
cosa menos lo que podríamos entender como energía deportiva, estos sesudos y en
apariencia desocupados contribuyentes parecen encantados con esa actividad (es
un eufemismo, claro) que, de tan sosa, se diría cosa de ingleses.
Que el esforzado y un poco sudoroso caminante ofrezca un
aspecto absurdo y haga pensar al eventual observador que tiene la batalla
perdida, no disminuye una vistosa realidad:
Al lado del golf, el parchís resulta mucho más
apasionante.
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