Probablemente todo se debe a mis ganas (increíble, ¿no?)
de hacerme ilusiones de vez en cuando y creer en la gente.
Pero me parecías un tío cabal, un tío preparado, cuando
fuiste ministro de Economía; un posible jefe de gobierno que habría llevado
este maltrecho barco que es España por mares de buena navegación, siempre hacia
puertos buenos y seguros.
Ahora, en medio del jaleo, falta que, dentro de la
melindrosa y discutible legalidad, te lleguen a probar, a demostrar la parte de
tus macrochanchullos, de tus especializados y fresquísimos manejos, de tu
impertérrito cinismo, aprovechando los puestos de privilegio y trincando
caudalosos dineros sin el menor miramiento ético.
Será una banalidad, pero me jode que seas mi tocayo,
Rato. Lo que son las cosas.
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