(Que hay gente que lo escribe acabado en h. Lo que son
las modas.)
Una decadencia de siglos y, la entonces última etapa,
unos tiempos que ya exageraban el desorden, la condición depredadora, el rollo
malísimo.
El viejo, claro que lo vio. Porque todos habían exhibido hasta la saciedad lo interesado e insidioso
de las ideologías, la ambición y la codicia desmedidas, los peores egoísmos, la
afición a la rapiña. Menuda mierda.
El viejo lo vio y supo cómo sujetarlos. Porque todavía
más que las turbias pasiones citadas, les podía el miedo: un miedo que él supo
acrecentar con firmeza y recursos de hierro y en base a que ni la envidia ni el
despecho ni nada iba a volver valientes a los cobardes, a los que sólo
aparentan fortaleza cuando actúan en manada. Que héroes, casi no hay, fuera de
la ficción.
Mucho barco para piratas numerosísimos pero, al cabo, “pocos”,
o apocados, tuvieron que esperar a que se muriese. Y entonces se extendieron
como una infección de nuevo descontrolada y, de los abusos de una camarilla,
hemos pasado a los de camarillas incontables.
Mirar la presente ruina da tristeza y rabia.
Ahora, entre las escasas personas que se han propuesto
frenar el descarrilamiento definitivo, estás tú.
La legión de vampiros que nos desangra es, vista en perspectiva,
como un mosaico que configura la cabeza de un Holofernes monstruoso. Yo te voy
viendo un marcado aire de Judit.
Así que “Alabado
sea Dios, Señor del Universo, el Clemente, el Misericordioso…”
Que Él te proteja; o en modo laico, suerte, Alaya.
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