Con Diego Manrique me unen la rigurosa y mutua
independencia, el respeto y el dilatado tiempo que en distintas aunque
compatibles y no enemistadas trincheras hemos dedicado a la música.
Entre esos márgenes de buena crianza y observación modosa
y cortés discurre lo que pueda haber de coincidente en nuestras vidas, por otra
parte harto azarosas.
Sus comentarios sobre mi obra son de agradecer; lo hago
aquí, con gusto.
Y sus interpretaciones sobre mi posición ideológica, tan
personales como, imagino, meditadas.
Mi costumbre de las lecturas, casi 67 años de
temperamento reflexivo y el tiempo libre me mantienen, creo, sin escorar: con
un pasable equilibrio que no suele ceder a modas por duraderas, extendidas y
baratas que se muestren. En lo que estoy, yo lo sé; la visión del prójimo
siempre va a ser periférica, incluso cuando se aproxime.
Por otra parte, un amabilísimo internauta cuyo nombre
desconozco, me corrige la procedencia que equivocadamente atribuí al Ron del Barrilito
en el blog del día 4-VII- 2014, “Los dones y los rones”.
Mi afición por ese delicioso líquido iguala a mi
agradecimiento por la precisión citada. En efecto fue en Puerto Rico donde
conocí ese licor y probablemente el tiempo, la memoria y los “vapores” me
confundieron como la noche a Dinio.
Quizá (la lucidez, ¿vuelve?) el de Costa Rica era
Ronrico.
Un abrazo, “señor de eeeepaa”.
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