Como tenían ese modo de ser abusivo, soberbio y
prepotente, habían decidido que les correspondía trincar más que nadie, cayera
quien cayese.
Así que empezaron mintiendo, cuando llamaban asimetrías,
diferencia y soberanismo a una hipócrita frescura de ventajistas que se
pretendía superior y que aspiraba a quedarse siempre con el trozo mayor de la
tarta y esto, porque sí, negando toda brisa de democracia cuya esencia es, si
no la igualdad, la equidad, y cuyas bases incluyen la justicia distributiva y
la solidaridad entre las personas.
Tergiversaron las verdades que les estorbaban. Sembraron
las falacias que les convenían, y lo hicieron con la insistencia machacona y
maligna de los lavados de cerebro.
Presionaron e intentaron arrinconar a los que no estaban
de acuerdo con tan desequilibrada intención; luego fueron a más, hasta crear el
miedo y la encubierta persecución, cualesquiera que fuesen el maquillaje y los
muy pocos disimulos empleados.
Lo más espectacular era que las piaban de víctimas (!) y
se ofendían cuando los llamaban fascistas.
Qué gente, tú, con esos dengues de señoritos horteras y
resabiados, nostálgicos del derecho de pernada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario