A la vista de la desconcertante deriva que está teniendo
el día de la fina y culta celebración de Sant Jordi*, y en previsión de que en
la edición del año que viene se entreguen, en vez del libro y la rosa, un papel
de estraza y un cardo borriquero, Juliancito y Boris (habiendo sentido la
funesta herida, casi imposible de reparar, que supone la presente invasión de
sus competencias), como conspicuos representantes de los más selectos cenáculos
de la literatura, han solicitado una urgente entrevista con el ministro Wert,
en orden a establecer inmediato filtro que impida la actual decadencia de la
fiesta, en la que los más temerarios intrusos (respaldados por la muy
sospechable ignorancia de lo que sean ortografía, prosodia y sintaxis) ya
presentan y dedican “cosas” que con eufemismo e insolencia infinitos llaman
libros.
Se va extendiendo también el rumor de que los
investigadores/rastreadores que pretenden detectar los restos mortales de
Cervantes, han sufrido recientes crisis de depresión y andan desalentados con
el barrunto de que Don Miguel, desde el más allá, conseguirá evitar una
exhumación, como poco, incoherente con los casposos, desvergonzados,
canallescos tiempos que padecemos.
*(Los que con modestia usamos Milán y Londres, en vez de
Milano y London, en aras de la concordia, haremos hoy una excepción.)
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