El pasado sábado, unos y otros escenificaron, en el
juzgado de Palma de Mallorca, un insostenible y chapucero paripé que no mejoró
en absoluto con la, como poco, inoportuna sonrisa de la protagonista, ni con la
histórica cara de cartulina añeja que lució Roca diciendo impasible lo que sabe
que no es así, pero para eso se le paga. Lo que acaso descorazona más es que se
trata un borrón más en la lista de los Eres de Andalucía, las cuentas de
Bárcenas, la suelta de criminales, lo de Cataluña, lo de Pujol & Cía, el
mamoneo de los sindicatos, el Faisán, las preferentes, y más atrás, las bombas
sin aclaración de Atocha, el Gal, lo otro y lo otro y lo otro.
Las cagaditas seguramente ascienden a miles y se han dado
con profusión en todos los niveles, estamentos, estratos, capas, ¿será por palabros?, de esta enferma y agotada
sociedad en la que nos vamos asfixiando.
¿Extrañará que, cuando el personal esté 10 o 20 veces más
harto, nos dejemos ilusionar o convencer o encandilar o convocar con
mayoritario éxito por un señor (aunque no vista de uniforme, botas de montar y
ni siquiera use bigote) que pase a esta infortunada España por una lija, un
bisturí, por un centrifugado exigentísimo que, a un precio previsiblemente
alto, logre la regeneración, el contador a cero que desesperadamente se está
necesitando?
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