Consciente de su poder de seducción (entre la Bellucci y
la Jolie), descansa en su ámbito particular y silencioso, brillando los
cromados en la oscuridad de manera inexplicable, alrededor y sobre el color
delicado que llamará la atención de los que la miran, y admiran, cuando con
parsimonia se desliza en las rectas (ondeando los banderines de diseño único
que unas manos hábiles han pergeñado), cuando se contonea en el trazado de las
rotondas numerosas que vienen prodigando munícipes y urbanistas en nuestros tiempos
de crisis y que tantas vibraciones emiten de tratos corruptos y comisiones
tentadoras.
Tendemos a disculpar sus, de ella, conatos de presunción,
concediéndole un margen benevolente mientras madura y se asienta su carácter.
Pero como es ancha de caderas…, ya se sabe.
En realidad no es mala chica. Nos consta que no abusa de
nuestra debilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario