La experiencia empírica le trajo la comprobación, la
certidumbre, la sabiduría infalible:
Probó, tras varias alternativas, a diluir el café soluble
(Marcilla Firefox) y el azúcar del desayuno dentro de una jarrita de cerámica
granadina (de estética más o menos arábiga), sin añadir leche, agua o líquido
alguno.
Y se dio cuenta, él también, como Santo Tomás, de que la
cosa es la cosa, se meta o no el dedo en la llaga.
Luego se hizo socio del Atlético de Madrid y contrató una
póliza de seguro de defunción que le propusieron por teléfono desde una de esas
agencias invasoras de la intimidad, inoportunas, impertinentes.
Ahora medita y va a rezar a diario en la iglesia del rito
ortodoxo que hay entre Altea y Calpe. Viste de color negro y ha dejado de
fumar.
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