La sinfonía 240 de Leif Segerstam con la que se nos
agredió en la emisión de ayer, fue una muestra insuperable de dilatada tortura,
una brutal inmersión en un abismo de infinito horror, perversa fealdad y
redomado sadismo.
Contra los paladares extremos que afirman saborear con
fruición los engendros de ese jaez, sugiero, ahora que en las penitenciarías quedan
celdas disponibles con la puesta en libertad de asesinos variopintos, que sean
ocupadas de inmediato por el compositor y los otros responsables que decretaron
semejante desgarro para nuestros oídos y nuestro espíritu.
Por cierto, un “arreglo” con todos los instrumentos de “lujo”
que pudiéramos exigir en las más altas orgías del antojo.
Pero coño, ahora resulta que el maestro también es masoka. Yo, es oir hablar algo del tal Segerstam y vamos....marcho por patas.
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