El yelmo de verano
de diseño francés;
las RayBan de color
fino y azul celeste,
y nada menos que adquiridas una tarde en Puerto Banús.
Unos guantes de piel
en un tono… ¿mostaza?...
Esa trike elegante;
la bandera que ondea,
heráldica y gloriosa
(sobre blanco, un escudo
que parece de piedra).
Aquí va el Astronauta.
El lento y menos duro
de todos los moteros:
eso, casi seguro.
Va para el Sanatorio.
(En el otro,
no se deciden a encerrarlo porque no lo conocen.)
Pero, observad,
no se resuelve a atacar a los molinos:
al revés, le encanta
contemplarlos camino de Tarifa,
las grandes aspas pausadas,
a veces, su rumor consistente,
casi obstinado.
Observad:
no ataca a los molinos.
A él sólo le gusta
sentirse casi flotando,
como volando a ras,
envuelto en el sonido
gordito del motor,
y fundirse
los dineros en la gasolinera.
Y, en ocasiones,
soltando el manillar izquierdo,
el de la dirección,
pulsar un tobillo,
una piernita que, atrás,
han aparecido misteriosamente.
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