jueves, 3 de octubre de 2013

Macho Alfa



Por eso se te tuvo; así que podrías hacer algo.
Recuerdo que convenciste/embaucaste a muchos, con tu fácil y útil (por lo menos para tus propósitos) labia de mercader. Todavía, aventuro que permanece fiándose de ti gran cantidad de ingenuos y de bienpensantes que quizá se sintieran reconfortados si profirieses opinión, directrices, recomendaciones aproximadamente sensatas (que sé que puedes y andas escatimándolas) para ayudar a sacar el carro del atasco.
No así tu teatral, vanidoso y esperpéntico mozo de espadas (hermano del que hacía los negocietes en la sevillana Plaza de España), tan aficionado al anacronismo de los descamisados, a los que solía nombrar sin explicar que casi nunca fueron otra cosa que los aspirantes a poseer lo que tenían otros (fincas, trajes de alpaca, corbatas de seda natural, camisas con las iniciales bordadas, coches de “alta gama”, visas oro o platino, o uranio extraterrestre, mujeres de relumbrón, poder en suma, dinero sin medida, mando en plaza, qué colección de elementos ambiciosos, de ávidos insaciables), los ansiosos de aquello que había que disputar, usurpar, asaltar; de aquello de lo que había que apropiarse con métodos de desafío tabernario o de despojo impune, porque la envidia y la codicia son como sabemos que son.
Y, en cambio, más rudimentario, básico, también más coherente a la postre, no oblicuo ni cínico ni deslizante, se manifiesta, esto de manifestarse es una fiesta, Corcuera, y va y dice lo que tantos camufláis porque el invierno es largo, Bambi.
Pero tú hiciste tu juego. Me da que siempre.
¿Por qué mojarte ahora?
Anda ya, paisano.

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