Cuando Franco murió, nuestros ciudadanos/votantes, un
aparente acuerdo de los políticos y la disposición más o menos sensata de
nuestro Rey pusieron en marcha para España este defectuoso asunto que se suele
llamar, con harto eufemismo, democracia.
Y desde entonces, los gobiernos que hemos soportado o
padecido, durante años y aun décadas, con distintos modelos de pusilanimidad
que podemos llamar “la teoría de los paños calientes”, o por conveniencias
espurias y manipuladoras, aceptaron o consintieron las desobediencias a la ley
y las fullerísimas trampas que los separatistas/independentistas, los rojos
siempre descontentos, y la gentuza variada y variable, etc. (o sea, los
españoles renegados) fueron cometiendo con una práctica impunidad.
Cuando ahora, dos o tres ministros intentan recuperar,
incluso con muy modosa cautela, algo del equilibrio miserablemente perdido, los
rebeldes, que han tenido mucho tiempo para hacerse fuertes, reaccionan con
cinismo mafioso, con vulgarísima soberbia, con mentiras insolentes, desafíos
matones y espectacular deslealtad.
O sea, rollo malísimo.
¿Aprenderán la lección, aunque tarde, aquellos que deben
hacerlo?
Pagar a un chantajista sólo consigue fomentar el caudal
insaciable de sus criminales exigencias.
Dar de comer a las fieras, las hace ir creciendo hasta el
momento en que os y, malditos cabronazos, nos devorarán.
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