Cualquiera podrá estar pasablemente de acuerdo con la idea de que la apreciación del tiempo puede llegar a ser muy subjetiva.
Días atrás, en Intereconomía, Federico (no Barbarroja, no el Grande, no Lorca), es decir Jiménez Losantos, con su habitual estilo sonriente/guasón, nos cuenta que ponen en venta el muy célebre ya “palacete” (palabra acaso impropia) de Pedralbes sus ilustres propietarios. Y al entrar en algunos detalles, me ha traído a la memoria que hace no tanto (que puede, por lo antedicho, parecer y ser mucho o poco), en aquella etapa de las ocurrencias del “Jefe” y su equipo “triunfal”, se formuló, y acaso se ejecutó, aquello sobre lo que en mi celda de cartujo escribí y titulé “Las vivienditas” y que ahora reproduzco para, sobre todo, los rodriguistas, en sus invictas catacumbas:
“Inspiradas y sugeridas por jóvenes arquitectos visionarios, se nos vienen encima esas jaulitas para grillos que nuestros gobernantes consentirán antes que meter en cintura los usureros precios de esta mierda que llaman “libre mercado”, vistoso logro democrático, condecoración estupendísima para nuestra delicada y considerada civilización occidental que zp (cada vez más admonitorio y gritón en sus discursos, calculadamente triunfalista en sus autoevaluaciones, impotente para evitar el sonido Z en la pronunciación de las “des” a final de palabra, ¿no habrá medio de que alguien lo corrija?), que zp, digo, quiere aliar/revolver con la oriental, Jesucristo y Alá nos cojan confesados o como puedan, vayamos rezando a la Virgen del Rosario de Montesión. Y vayamos adelgazando, queridos conciudadanos.
Fin de la cita.
Y esto viene a cuento de la diversidad de tallas que puede darse entre cuartos, estudios, apartamentos, pisos, “chaletes”, mansiones e incluso cortijos, con 2 o 3 mil pinos.
Pues bien, dice Losantos que resulta que la tal vivienda de Pedralbes tiene, por ejemplo, como diez cuartos de baño, que suena a señal de buenos hábitos de limpieza, lo que aplaudimos con fervor, pero tan solo tres plazas de garaje.
Y esto nos parece un síntoma de mezquina cicatería, una pusilanimidad de carácter, un matiz lamentable en una conducta que debería expresarse con muy otra elegante anchura.
Porque, vamos a ver: ¿quién no tiene (y más, siendo familia abundante), hoy día, dos coches y qué menos que una “trike”? ¿Es de recibo que personas tan relevantes y hábiles para los negocios pretendan apañarse con una flota tan escasa que cabría en ese parco número de estacionamientos? ¿Y qué ocurre si llega algún invitado? La propia Maritere, considerada y cortés, sabe resolver la mar de bien esa coyuntura. Y tan empinada saga, estirpe, tribu, ¿anda escatimando en asunto tan vital?
Te lo digo con acento de Baracaldo, tipo Iñaki: ¡Muy maal, Urdanga, muy maal!
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