Parece que, por enésima vez, los solemnes estudiosos y
especialistas de la cosa formularon sus importantes e imponentes teorías sobre
el origen de los monos de Gibraltar y, con perspicaz clarividencia, apuntaron a
que tales bichos proceden de un par de países en el norte del vecino continente
del sur (flor de elipsis, sobresaliente en circunloquios). Como no somos
expertos, lo dimos por bueno y desde luego jamás habríamos sospechado que esos
simios pudieran haber llegado desde Australia, que queda más a trasmano.
El misterio, poco apasionante de suyo, inexplicablemente
produjo, en su día, noticia, supongo que azuzada por los dudosamente útiles
parásitos interesados.
A cambio, el origen del estatus político de la Roca
(¡cómo nos gusta el lujo!) no ofrece demasiadas dudas: la razón de la fuerza
ajena y la incompetencia secular de nuestros torpes gobernantes explican de
sobra tan anacrónico y puerco chanchullo colonial.
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