sábado, 12 de octubre de 2024

Despropósitos

 

Para sentirse, o para fingir que se creen, con cierta superioridad moral, nuestras sociedades -las más “progres”, sobre todo- han ido ablandando sus exigencias con los criminales, pobrecitos, es que nos da pena.

Así que descartadas la ley del talión por lo extremo de su rigor, la pena de muerte por su cruel irreversibilidad, y finalmente la cadena perpetua, que se ve que también iba a ser “demasiao” y los trabajos forzados, cómo se te ocurre, por muchos delitos que se le comprueben al delincuente y que la aritmética de la sentencia sume cientos o miles de años de encierro, se rebaja la decisión del tribunal o juez de turno y se acuerda un tope de +- 30 años fetén. De ahí, si procede, queda un repertorio de “beneficios penitenciarios” y ajustes por el estilo para que, con condiciones y requisitos, la libertad llegue antes de la fecha fijada y la cosa se sustancie con reinserción, que ya se verá, y un arrepentimiento que suele ser tirando a teatral y de conveniencias.

En resumen, que “los buenos” dicen que no quieren ponerse “al mismo nivel que los malos”, desestimando la incoherencia de usar distintos idiomas para una sola conversación.

Sin camuflaje que cuele y cuenten lo que cuenten, por un cambalache de estricto y arbitrario interés político (un canje de votos en almoneda), la mayoría vigente en nuestro peculiar Congreso ni siquiera habría necesitado del patinazo del P.P. y Vox (chapuza grandiosa), para servirnos un ejemplo reciente de estos despropósitos.

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