jueves, 10 de octubre de 2024

A veces toca espigar

 

las palabras. Así que ¿veneración, simpatía, interiorización admirada de una historia, unos paisajes, unas costumbres? ¿Amor (pero a esa palabra, a esa idea hay que quitarles previamente el manoseo típico, la extendida trivialidad, el desgaste con el cual las malversamos) sin ambages?

Algunos todavía tenemos (ojalá -el ojalá de los árabes- que muchos tengan aún) ese sentimiento por España, que los renegados no saben lo que se pierden.

Pero para que no se defraude ese amor, también necesitamos otra manera de llevar las cosas: por supuesto que necesitamos muy otros gobernantes, que sean decentes y eficaces, no la morralla habitual. Y lo que está sobrando y estorbando mucho, por otra parte:

1/Las incontinencias y caprichos de una bragueta real.

2/Sus confidencias bocazas e imprudentes en el interrogatorio sonsacador y chantajista de una puta (ella misma se califica así) que, para ser “la más cara”, no era ni de lejos la lagartona más guapa.

3/La tapadera cómplice de presidentes, ministros, etc. aunque ya nos tememos que éstos no tendrán arreglo.

4/La prensa, la televisión y la radio, disimulonas o bajo presión, calladitas durante décadas.

5/ La escandalosa danza de millones (que la Hacienda Pública, claro, “tampoco veía”) malgastados …

En fin, que monarquía o república, lo que sea: pero sin golfos. Porque con este circo, con este sainete grotesco de ruindad y mezquinas vulgaridades, es muy difícil que el amor que decíamos permanezca, milagrosamente, intacto.       

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