La “tele”, ese trasto que en ocasiones
también es el vehículo rápido por el que nos llegan las noticias.
Lo justo para evocar la última ginebra
que tomé contigo, me parece que en alguna cafetería por el barrio de Goya, en Madrid.
Años han pasado.
Pocos
encuentros tuvimos. Y siempre enmarcados en la cordialidad y el buen rollo que,
incluso conociéndote poco, eras capaz de transmitir. Es por eso que me pilla
desprevenido (cuándo no, en estos trances) la presente e inesperada nota de
conmoción, el espontáneo y repentino recuerdo de alguien como tú, Emilio
Santamaría, cuyo trato, esporádico aunque positivo, reseño aquí.
Si
hay otra vida, me da que la mereces buena. Un ya imposible abrazo.
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