La
lenta reanudación de mi asistencia a las salas de cine -hábito y rito que
espero recolocar donde solía- me ha deparado la contundente bobada de “La fosa”
del megalodón, que ha sido una elección disuasoria y, por el contrario, la
entrega tercera o cuarta del personaje que borda Denzel Washington con sus “Equalizers”,
que es palabro foráneo mantenido en las carteleras hispanas, y que seguramente
vale como metáfora de igualador, de alguien que repone los equilibrios
indebidamente alterados.
Es
una gozada este justiciero particular, de calmos modales y metódicos discurso y
expresión, de riguroso negro hasta los pies vestido, que, sobre la mesita del
café de pueblo (pueblo precioso, pintoresco, italianísimo) del cual va siendo
parroquiano, extiende con esmero sus servilletas pulcras, inmaculadas, y sitúa
en el lugar exacto, medido con mimo, la cuchara personal para el té. Amable y
serio, sonriente con los buenos, nadie diría que es un ejecutor de fulminantes
recursos para ajustarle las cuentas a la Camorra local, gentuza de la peor
casta, comportamientos crudelísimos y perversos “negocios”.
Redonda
“peli”, gran entretenimiento, impecable de imágenes, de ambientación, con 4 o 5
sobresaltos impactantes al espectador y banda sonora de detalles y sonidos
tensos cuando viene a mano para subrayar la acción.
Hay
que volver al cine.
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