Muy poca fe parece que le guarda
al mero mérito que haya en su canto
para que sus razones más gallardas
sean brotes de su torso y de su encanto.
¿Qué diremos, mamíferos convictos,
que entibie la querencia indiscutible
y el interés y el gozo, asaz plausible,
que compartimos en sentido estricto?
Pero escuchando con pausa y paciencia
esa su variedad de digresión,
¿esperamos en vano su argumento?
¿Algo que no resuene al ruidillo
y a las mañas vulgares y al tufillo
de un simple “magazine” del corazón?
¿A una “protesta” añeja
como del tiempo de la Beltraneja?
¿No existe en su carcaj de paladina
una flecha mejor, algo más fina?
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