Con
anterioridad, aquí se han hecho ya referencias de la incomprensión y el desacuerdo
insalvable que históricamente se viene dando entre la mayoría de los insectos y
el Hipocampo.
Esta
circunstancia produce una y otra vez altas dosis de rechazo y una innegable
animadversión, quizá recíproca.
Siendo
el Hipocampo resignadamente consciente de la desproporción que con fatalidad se
da en lo que calificaremos de contienda, no por ello ceja en su legítimo empeño
de no rendirse, acogiéndose a ejemplos que van desde El Álamo hasta Sagunto y
Numancia, etc. Y presentando batalla con un arsenal variado de recursos, puede
que pintorescos.
El
más reciente episodio de estos lances tuvo lugar anoche, cuando primero presintió
y observó después el furtivo movimiento emboscado, cauteloso de hipocresías,
con el que una araña de pequeño, aunque intrigante, tamaño se hacía presente
cabe el marco de la puerta del cuarto de aseo. Al notar el Hipocampo de
inmediato cómo se aceleraban los latidos de su corazón, la adrenalina que se
manifiesta en las ocasiones de peligro inspiró su capacidad improvisadora y,
echando mano velozmente al pulverizador de Varón Dandy, actuó sobre la intrusa,
que se recogió en un ensimismamiento repentino y colapsó acto seguido.
No
es la primera vez que se emplea armamento de tal sutileza, y es posible que su eficacia
decaiga en otras situaciones. Pero ¿negará Vuesa Merced lo que de poético
implica esta muerte perfumada?
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