Tratándose
de ti, sólo cabe la modestia; que me abruma sentir que fuera atrevimiento andar
hoy con las palabras.
Conque
se me ocurre citar, de Fernando Quiñones, virtuosísimo de ellas, y amigo tuyo,
la línea que cierra su poema “Piropo para Antonio”:
¡Que ni sé como no te has muerto ya de
azul!
Ahora
ya, reunidos, “el niño de invernadero” que tú eras y el deslumbrante “hermano
mayor” que viste en él.
Gloria
eterna.
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