A
veces hay que esconderse y huir.
Blindar
el ánimo contra el cansancio de andar por un mundo cuyo esplendor natural (que
deberíamos cuidar y contemplar como un regalazo inmenso que no estamos
mereciendo) vamos echando a perder con las cosas que hacemos mal.
A
veces hay que amoldarse un refugio, un íntimo y menudo gabinete de alquimista
iluso y aficionado a probar suerte detrás de la piedra filosofal, del bálsamo
de Fierabrás, de lo que sea que nos ayude.
A
veces hay que escuchar a solas una canción y que, disculpando el no imposible
dislate, nos venga a la memoria desorientada aquello de “el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada…”
(-Un
“senior”: ¿Fray Luis… ?
-Otro:
Desde luego que no es uno del reggaeton;
eso, fijo.)
Salinas, cuando suena la música adorada
ResponderEliminarpor vuestra sabia mano gobernada.... ¡Ay, aquel Bachillerato!