Ser
algo alérgico a las “nuevas tecnologías”, como es el caso de este Hipocampo, no
llega a tanto como para no dar al césar lo que es del césar. Ni para que lo cortés
quite lo valiente.
Y
si las fuentes de antaño fueron la Biblioteca de Alejandría o la Enciclopedia Británica,
entre otras, también autorizadísimas, hoy tenemos Internete que se pinta sola
para estar siendo el infinito caudal de las in y desin formaciones más
exhaustivas y variopintas.
-No me digas más.
-Te digo: ¿tú tenías noticia, aun tardía,
de Eva Mendes cantando?
- ¿En serio?
-Ya ves. He pillado una muestra
asombrosa. “Les Moulins de mon coeur”, cuya música, de melancólicas y
conmovedoras tonalidades menores compuso Michel Legrand, admitió que al autor
de la letra, de hermosas comparaciones francesas, Eddy Mornay, se la vertiesen
al inglés, como lengua más hegemónica y quedara, “très bien aussi”, como “The windmills of your mind” que, con ese traslado, tuvo más
extraordinario y siempre merecidísimo éxito internacional.
Varias versiones auparon tal canción. Y hete
aquí que la Mendes, quien con inteligencia y delicadeza omite impensables y
quizá inviables alardes cantores, modula con su dulce dicción americana/cubana
ese texto y esa tonada, y le queda de primera. Hasta con un aire de la inocente
ternura de F. Hardy.
En la ensoñación de neuronas personales, se
me hace que Mendes está devolviendo “Los Molinos” a su primer origen.
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