Antonio,
amable comunicante que tiene la deferencia de leerme estos renglones con asiduidad
ejemplar, me hace llegar mentas (como decían los remotos gauchos de Borges,
destinados a encontrarse y pelear -vistear- un día) de un artilugio, vamos a
llamarlo así, que parece ser uno de los “últimos
gritos” de la moda de la inteligencia artificial.
Que
es un enunciado inquietante pero de existencia innegable, por mucho que se le
quiera (o sin quererlo) añadir visos de conspiración.
Hasta
donde puedo percatarme, que me limita mi sesgo “retro”, parece haber un tal AI, entidad tecnológica o así, que se
encarga, previa petición, de hacer realidad cualquier antojo, artístico de
preferencia, que la cortedad natural impide a los paisanos. Como si dijéramos
que facilita un alado corcel para que alcancen sus sueños, quizá informes,
personas con más sobrepeso que disposición natural.
Lo
cual que paladinamente es de admirar la deslumbrante capacidad e inventiva de
quien o quienes han parido a AI: los paraísos y las pesadillas de LSD que
iluminaron, o ensombrecieron, por ejemplo a nuestros “hippies”, con sólo un “click”
en la teclita oportuna. Y ya está: el presente y el futuro despliegan la
psicodelia de sus infinitas posibilidades.
Acaso
algunas sean un arma de dos filos. Por sí o por no, siempre nos quedará París,
refugio de esa cofradía de perdedores que -contra el maxi“progreso”- seguiremos
prefiriendo un solomillo a la pimienta antes que una píldora concentrada como
dieta para astronautas y cibermutantes.
Miedo le da a Pionono tanto "POGRESO"
ResponderEliminar