Y
de inmediato, salta desde la memoria “The Nazz are blue”, con su tono de
guitarra acerado, limpio, valiente, su -entonces casi imposible de creer- nota
larguísima en uno de los “solos”.
Será
cosa del relevo generacional, la poda indiscriminada, la clásica alegoría de la
espada de Damocles que claro está que termina cayendo tarde o temprano; el
cortocircuito que apaga de golpe el brillo, también eléctrico, de quienes nos
inspiraron admiración y ganas de aprender, por poco que nos cundiese luego.
Vale
que sí, pero joder con la rachita.
Por
la vertiginosa “red” que todo lo devora, desciende un alud de reconocimientos
que la legión (no parecía tan numerosa) de tus adeptos, Jeff, derrama por ese
mundo del que “sic transit gloria”.
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