Que
la corrección política parece una variedad ñoña e hipocritona de la
misericordia puede ser una razonable aproximación.
Y
al no ser el Hipocampo mayormente aficionado a esas elusivas ilusiones, no
habrá por qué rebajar de imbécil la modita esa (que demasiados años ya nos han
echado encima) que impone en las camisas de caballero unos cuellos ridículos a
fuerza de escasos, miserables y cicateros, con un ángulo de abertura desproporcionado
y tan obtuso a veces que raya en la horizontalidad.
Ud.
no encuentra otras opciones en los establecimientos del ramo. Y es lamentable
comprobar el sometimiento de la clientela a tan arbitraria y unánime decisión
por parte de quienes se ufanan de ser los “oráculos” del buen vestir.
Como
consecuencia, no existe corbata de pala que encuentre el clásico marco acogedor
que denotaba empaque y armonioso equilibrio; por el contrario, esos trozos de
tela, que aún se mantienen como minoritaria concesión a la fantasía varonil,
parecen a punto de desbocarse como caballos en estampida o dogales mal
resueltos. Y por supuesto es misión imposible instalar en tales cuellos
menoscabados cualquier corbata de lazo o pajarita que se precie, sin que salga
volando, claro.
Semejante
acorralamiento empuja al cliente a recabar la asistencia de camiserías a medida,
cuya oferta de cuellos es todavía algo insatisfactoria y cuyos precios rondan
el abismo.
Desde
estas líneas, el Hipocampo hace constar su protesta desolada y se propone
ilustrar con alguna imagen las aludidas y perseguidas soluciones.
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