Después
de lo de anoche,
algo
de lluvia al fin, tardío refrescón,
se
viene hoy un sol reconfortante;
y
apenas mueve el viento
los
árboles silvestres
que
empiezan a estorbarnos
nuestra
visión “propietaria” del mar.
Treinta
años de poesía española
-grueso
volumen, sillón episcopal
y
manta a cuadros de Escocia en las rodillas-
y
aunque parece que,
por
mis días iguales de redondos,
ayer
se me olvidaba
entre
brumas el tierno aniversario
de
Santa Justa y capitán sin nave,
hoy,
sin convocatoria firme o deliberada,
sino
como cadencia de canción
que
del archivo asoma,
va
y me parece que de nuevo siento
tu
compás de caderas a mi lado,
tu
brazo por sorpresa
colgado
de mi brazo.
Que
parecíamos, sin serlo ya,
dos
pipiolos jóvenes
que
terminan de un cine,
más
para una merienda
que
para una cerveza y calamares.
Y
va a hacer 40 años. Casi nada.
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