Por
lo que vamos viendo, y viviendo, el más o menos aforismo de que “en todas
partes cuecen habas” se confirma de manera aplastante. Si no, ahí está el
ejemplo del rubio malospelos “del” Boris, fresco de tomo y lomo, cuya
desenvoltura golferas se enroca en el cargo y ni siquiera la “acrisolada”, “respetable”
y “eficaz” democracia británica consigue ponerle las merecidas peras al cuarto.
Lo
cual que asistimos por todas partes al agotamiento de lo que debiera ser
reacción popular contra el galopante desahogo de los políticos, instalados en
un relativo “búnker” de intangibilidades simultáneamente adobadas con jugosas
nóminas que sufragamos obligados y resignados los corderos.
Apenas
va quedando un pataleo de discutibles resultados, estando como están casi todos
los sectores de nuestras sociedades insatisfechos con el rumbo que se impone a
lo que les quede de vida.
Pero
la resignación también llega al límite; y cuando los ganaderos de Lorca invaden
el pleno del Ayuntamiento, incluso en el supuesto de que las razones pudieran
estar repartidas, lo que no sirve es que, encima, los meapilas de la información,
esos sumisos sepulcros blanqueados y blanqueadores, les recriminen los modales
de la protesta, olvidando en cambio la frecuente prepotencia y el grosero
desdén que tanto se estila en la gestión pública (que eso sí que es impresentable)
y en cuyas rigurosas denuncia y corrección debieran emplearse la independencia y
la vergüenza de las que esos profusos, pringados opinadores tanto carecen con
sus disimulos y omisiones.
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