Habitante
indiscernible de la cápsula acristalada que supone el porche transitorio hacia
el jardín que se abre al mar, ralos y desocupados transeúntes que en sí mismos
carecen de explicación fuera de temporada, podrían hacer cábalas, siempre
desorientadas, acerca de su origen, permanencia, no debelados fundamentos y
propósito, cuando de soslayo, sin que tampoco importe a su curiosidad, lo
observan anclado en la voluntaria sugestión náutica de eclécticas,
indiscriminadas, fagocitadoras lecturas de la más variada condición… y
encima que a esas deshoras, que ya te digo yo que eso cómo va a ser, a ver, ni
quién lo entiende; pero lo que es ahí, que parece que ni se moviera, se le
amontona el tiempo, un tiempo como hecho de cormoranes, de camarones, de piedra
ostionera, de… a ver si tú me entiendes: como…
…
un átomo central y paradojal/contingente de un modesto cosmos alternativo,
arduamente elaborado, demorado, transmigrado y transido de ráfagas de esa
conciencia más alterada que un pentagrama que hiciera su deriva de fantasía
intermitente, flecos y flores del insomnio y de los sueños, brumas del recuerdo
inseguro y a ráfagas, y cautelosamente procura establecer una relación entre el
presente que de inmediato ya se está desvaneciendo y el incierto futuro, ése,
aleatorio, cuyo telón final sólo el Destino conoce, con sesgos de secreto
marinado a lo hondo como un “bienmesabe”, una incertidumbre ajena a toda
consideración…
-¿Se te está yendo la cabeza?
-Menos de lo que imaginas.
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