Dentro
del pan (poco y caro) y el circo (abundante y ordinario) con el que alimentan
nuestra sensibilidad los jerifaltes de turno, la atención pública se va
entreteniendo con oropeles y culebrones, mientras nos empitona el ya inmediato “puente”.
Se
ha glosado aquí, algún día atrás, un ejemplo de esas peripecias con las que de
vez en cuando se les atribuyen hijos tangibles a indefinidos padres. La
concreta partida de estas postrimerías de 2021 continúa, en medio de diatribas
acaloradas que opinadores en general vociferantes nos plantean como espectáculo
en los púlpitos diversos de la “des”- información.
Las
últimas entregas consisten en que Navarro, cuyo numantinismo van rebajando a sólo
cabezonería, ofrece ya la comprobación que su resistencia impidió otrora.
Y
que los dos Reyes, mancomunados “como no
puede ser de otra manera” (que es
otro de los latiguillos coloquiales que nos aturden), se aferran al clavo
ardiendo, o congelado, del ukase judicial que estableció en su día una verdad
apenas teórica y más bien presunta que, si fuera desmontada, bastaría el considerable
descrédito para una consecuente retirada y/o exilio de los afectados; aunque de
momento sostengan que de eso nada, porque los ampara, o los hace impermeables
contra el bochorno, el salvavidas de la sentencia de ese pleito, ganado casi
por incomparecencia y que, al parecer, será inapelable hasta el surrealismo.
¡Y
luego quieren apasionarnos los políticos con sus “chuminás”!
¡Qué
“tontis”!
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