Chalanes
y chantajistas,
la
panda separatista
llega
por fin a un acuerdo.
Como
tenemos recuerdo
de
su estilo habitual,
sabemos
lo artificial
de
esa especie de guiñol:
todos
juegan de farol
y
alargan el regateo
que nunca es más que el sorteo
cambiante
de los sillones.
Un
sanedrín de gorrones
traficando
el cachondeo
y
el arreo
y
el copioso manoseo
del
ciudadano de a pie,
al
que llevan del ronzal
por
el tosco carnaval
de
un grotesco paripé.
¿Queda
alguno por saber
para
dónde van los tiros
de
ese baile de vampiros?
A
ver.
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