Usurpador
sin paliativos, mediante componendas miserables, de un cargo cuyo título se
arrogó a base de mentiras y del apoyo trilero de sus socios extorsionadores, se
ha enrocado en su intrínseca cobardía, como un peligroso manso que recula en
tablas y, para no caer antipático, estrategia estúpida e inútil, echa el marrón
de las medidas restrictivas, impopulares, encima de los jefes de los gobiernos
regionales.
Los
electores, el día de las urnas, ¿tendrán en cuenta (y la ajustarán como
corresponde) esa interminable lista de inconsecuencias, embustes, trampas y
cinismo? ¿Tendrán memoria? ¿O serán de nuevo los borreguitos imbéciles e
hipnotizados que anteponen el señuelo ideológico de la estafadora “progresía” a
la salvaguarda del bolsillo personal y colectivo y las cosas de comer?
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