Hoy
me planteo un desafío.
Un
propósito que, desbordando con clara temeridad los límites de mis posibilidades
para la aventura (que nunca fueron una cosa que “pa” qué), me ofrezca una
síntesis entre dos símbolos, de la tradición y de la modernidad,
respectivamente.
De
paso, incurriré con ese acto valiente en una tangible interrupción de la rutina
que los modosos hábitos, la respetabilidad de los años y el frío que pela han
hecho crecer en estas jornadas inaugurales del 2021.
A
la tradición dará forma (y espero que aceptable) la tortilla de patatas que con
arrojo inaudito voy a pergeñar, tras largos años de aplazamientos y meditación,
y recordando los ensayos atrevidos que para Irene acometí en el pasado.
El
tributo a la modernidad encontrará su símbolo correspondiente en el nuevo
vuelvetortillas (acero inoxidable) que admirablemente surten, desde el previo
encargo “on line”, los amazones y amazonas de vespa o furgoneta que asoman, trayendo
el pedido, por la trasera valla del jardín.
Alea
jacta est.
Desde la sierra Madrileña sólo me sale una palabra: ¡Valiente!
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